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 Estar vivosescribe Julia Pomiés
Una ameba unicelular, un  rosal florecido, un  elefante, ustedes, yo... todos los seres vivos  “hacemos lo mismo”: somos una  porción de materia envuelta en una  membrana más o menos permeable; tenemos la  posibilidad de incorporar  ciertos elementos del ambiente y procesarlos; los  utilizamos para  recuperar energía, crecer, reproducirnos... Eliminamos los  deshechos.  Nos retraemos ante las agresiones, nos expandimos si las condiciones   son óptimas... Las mayores diferencias consisten en el grado de  complejidad de  cada ser. “La vida no sólo es  compleja, sino que tiende  a evolucionar hacia una mayor complejidad,  atributo que parece ser fundamental  para su continuidad;” nos dice  Moshe Feldenkrais en su libro La dificultad de ver lo obvio.  Así, los  seres humanos, productos casi finales de la escala evolutiva,  somos los más  complicados. A nivel biológico, cada organismo vivo es en  sí mismo un mundo de  microorganismos. Y el humano lleva eso al colmo.  Nuestro sistema nervioso, por  ejemplo, cuenta con un número astronómico  de células (3 - 1010), y por eso  mismo es capaz de una extraordinaria  capacidad de resistencia y adaptación a  los ambientes más diversos.  Cada uno de los sistemas orgánicos que componen nuestro  cuerpo tiene un  altísimo grado de complejidad y actúa en forma coordinada con  todos  los demás, integrándose en una permanente interacción. Los sistemas   nervioso y endócrino en conjunto, relacionados a través de la hipófisis  (pueden  denominarse sistema neuroendócrino) son los “directores de  orquesta”. Los  líquidos corporales (sangre arterial, sangre venosa,  linfa) son sistemas de  comunicación que llevan y traen en una incesante  circulación las sustancias que  todos producen y también las que  eliminan. El corazón bombea para que la  circulación no se detenga y el  intercambio de sustancias se produzca hasta en  los rincones más  distantes. El aparato digestivo proporciona combustible que se   “quemará” utilizando el oxígeno aportado por los pulmones; encargados  también  de devolver al exterior los gases resultantes de tal  combustión. Otros residuos  innecesarios o tóxicos, serán eliminados por  el mismo aparato digestivo o por  el urinario (después de atravesar el  filtro de los riñones). La energía  producida permitirá el crecimiento,  la reproducción y el movimiento; este  último está sobre todo a cargo  del sistema óseo y el muscular (sistemas de  sostén que se complementan  con los tejidos conectivos —las fascias— y el  sistema tegumentario).   En toda esta  sinfonía resultan fundamentales las funciones de  protección que también ejercen  los tejidos tegumentarios (piel,  mucosas, membranas..) y las barreras  inmunológicas existentes, con  características propias, en los diversos tejidos  orgánicos.Y pensar que en el principio fuimos un  encuentro fortuito  entre sólo dos células (óvulo y espermatozoide) con toda la  información  necesaria para convertirnos poco a poco en humanos. En el proceso  de  la gestación repetiremos, cada vez, paso a paso el proceso de evolución  de  las especies. Así pasaremos de ser seres unicelulares, a  pluricelulares,  gusanitos apenas inervados, renacuajos con esqueleto  rudimentario... como dicen  los biólogos: la ontogénesis repite la  filogénesis.
 
 Así en la célula como en el cosmosEscribe Silvia Mamana
 Los organismos  unicelulares como las amebas  cumplen todas las funciones vitales de un  organismo vivo. En los animales más  complejos, las células se  especializan y se organizan en grupos o tejidos que  cumplen funciones  particulares. En los humanos y demás vertebrados, este  proceso llega a  su máximo grado de especialización: poseemos un tracto  digestivo para  digerir y absorber nutrientes, un sistema respiratorio para  captar  oxígeno y eliminar anhídrido carbónico, un sistema urinario para   eliminar desechos, un sistema cardiovascular para distribuir el oxígeno y  los  nutrientes en todo el cuerpo, un sistema reproductor para  asegurar la  supervivencia de la especie, un sistema tegumentario que  nos protege del  ambiente externo, un sistema músculo-esquelético que  garantiza las funciones  básicas de respiración, alimentación,  comunicación, locomoción, el movimiento  del cuerpo en el espacio y el  contacto con nuestro entorno, un sistema  inmunológico para la defensa  del organismo, y los sistemas nervioso y endocrino  como coordinadores y  reguladores de los demás.Como unidad fundamental de la vida la célula  es capaz de  reproducir todas las actividades del organismo vivo: crecen, se   reproducen, se enferman, se reparan y mueren. Para ello, poseen  “órganos”  especiales que cumplen las mismas funciones de los distintos  sistemas  fisiológicos antes mencionados. A pesar de que no existe en el  cuerpo una  célula “tipo”, la mayoría de ellas cuentan con diversas  estructuras  u organelas,  que cumplen funciones específicas dentro del mecanismo de funcionamiento  celular. Podríamos considerar a las mitocondrias como el aparato respiratorio de la célula, al retículo endoplasmático rugoso y a las vacuolas como el sistema circulatorio, al aparato de Golgi como el sistema digestivo y a los peroxisomas como el sistema urinario. Los lisosomas podrían considerarse como  precursores del sistema inmunológico, y los riobosmas, del sistema endocrino. El núcleo  de la célula, con el ADN que guarda los registros del código  genético y  dirige la síntesis de las proteínas, puede compararse con el sistema   nervioso. En cuanto al sistema locomotor, la célula posee también un citoesqueleto formado por microtúbulos (similares a los  huesos),  microfilamentos que poseen actina, como los músculos, y filamentos intermedios  que dan forma y  cohesión a la célula, funciones similares a las de las  fascias y ligamentos. La  célula no solamente posee movilidad, sino que  tiene estructuras como las cilias  y los flagelos que podrían asociarse  a nuestros brazos y piernas.
 La membrana  celular no solamente cumple  las funciones de protección y separación del  ambiente interno y externo  de la célula, sino que también asume la tarea de  registro y selección   de lo que entra y  de lo que no ingresa, y la de abrirse y cerrarse en  función de las condiciones  del ambiente externo, como lo hacemos a  través de la piel y los sentidos.
 Desde la simplicidad  de la ameba, pasando por las  esponjas y los  demás estadios de la evolución filogenética, cada célula  es un organismo  autónomo, con capacidad de pensar y tomar decisiones,  mantener su homeostasis y  relacionarse formando “comunidades” o  tejidos. De la misma manera, los tejidos  se organizan para formar  sistemas, y los sistemas para concebir un ser vivo. Los  seres vivos  crean comunidades y éstas, en conjunto con los ecosistemas,  conforman  un mundo. Finalmente, el universo es la integración armónica de los   distintos mundos.
 La misma matriz y las mismas funciones se  encuentran en  cada partícula de vida: desde la microscópica célula al  vasto cosmos en constante  expansión.
 
 ¿Qué sucede con el psiquismo?Escribe Mónica Groisman
 ¿Es el psiquismo un sistema? Si tomamos como  definición de sistema la idea de un todo  organizado, articulado  con una finalidad, y recordamos que los científicos  hablan de sistemas  que buscan su equilibrio, homeostáticos o funcionales,  contestaremos  que el psiquismo es aquel sistema cuya tarea es elaborar,  transformar,  las tensiones que la vida nos presenta. Sin el sistema psíquico quizá no existiría eso que los corporalistas llamamos, con  propiedad, cuerpo. ¿Qué  cuerpo  podríamos vivenciar sin fantasías y sin palabras? ¿Cómo  haríamos para  diferenciar colores y sabores, cómo para valorar  experiencias tan distintas  como el placer o el dolor, que sería de  nuestra vida sin recordar y sin  imaginar?Freud recurre al modelo de la ameba para sus  primeras  conceptualizaciones del aparato psíquico. Tal como un organismo   unicelular, el “yo” intenta evitar lo penoso y acercarse a lo  placentero; lo  hace a través de un complejo aparato que funciona  mediante la capacidad de representar. El sistema psíquico es el   “encargado” de organizarnos la realidad, de representarnos el mundo  externo, y  de “inventarnos” relatos sobre nuestra vida y nuestra  familia, mas  allá de nuestra historia biológica. Para  poder recibir y  organizar los estímulos procedentes del exterior, el aparato  psíquico  cuenta con un complejo sistema de filtros y pantallas de los mismos   órganos de la percepción. Por otro lado, el incipiente psiquismo pone en  marcha  mecanismos (como desplazamiento y condensación),  que, actuando sobre la  red de representaciones, están al servicio de  transformar en calidad aquello  que se presenta como cantidad de energía  o de excitación. Lo traumático será lo que el sistema  psíquico no pueda procesar, imaginar, nombrar: lo “indigerible”, lo  “inasimilable”.
 La neurología nos aporta el esquema del arco  reflejo,  para explicar el recorrido de un estímulo desde el lugar en que es   recibido hasta el lugar en que se descarga, como una respuesta motriz   inmediata, automática; la finalidad es liberarse de ese malestar, esa  tensión. Podemos  pensar que  el funcionamiento del  psiquismo está al  servicio también, de aliviarnos de la angustia, la privación  o el  sufrimiento. Siguiendo una idea de J. Nasio,  diremos que el trabajo del  aparato psíquico puede ser entendido como  una complejización del esquema del  arco reflejo (ver gráficos). El  objetivo es disminuir o descargar la tensión o  la energía psíquica  (libidinal) que circula en el interior del psiquismo. Si el  “yo” cuenta  con un conjunto de representaciones psíquicas rico, variado y   múltiple, en continuo crecimiento, serán más elaboradas sus respuestas,  más  adecuadas sus funciones, mejores sus defensas.
 Es preciso señalar que, para este sistema  psíquico, los  otros “aparatos” del organismo son también, al principio, parte  de la  realidad externa. Es bastante largo y trabajoso el camino para llegar a   que el hambre, el frío, el dolor o la esperanza sean reconocidos como  aspectos  del propio ser. El cuerpo es un externo y  un extraño al  que lentamente y, si  todo va más o menos bien, vamos conociendo e  integrando en una unidad  psicosomática, configurando una imagen de  nosotros mismos: la imagen corporal.
 Las producciones del psiquismo, como los  sueños, síntomas y  la mayoría de nuestros actos, muchos de ellos inconscientes,  obedecen a  esta lógica donde se oponen placer/displacer, claro que, a veces,  por  caminos paradojales: si el ser humano, como la ameba, sólo quiere estar   tranquilo... ¿por qué inventa cosas como la guerra? ¿o las enormes  ciudades? ¿o  los exámenes? El sistema psíquico quizás, a diferencia de  los otros sistemas  corporales, trabaja de modo contradictorio, a veces  inexplicable...
 
 Un sistema de energía en un universo de energíaEscribe Carlos Trosman
 Para la medicina  tradicional chino-japonesa, las personas somos un  sistema de energía,  donde circula la energía cósmica universal llamada Chi, Qi  o Ki. Este  Ki humano, está producido por el Ki del cielo, energía Yang intangible  de la cual nos nutrimos a través de la  respiración y que tiene gran  influencia sobre el sistema nervioso y el movimiento  (tanto interno  como externo); y por el Ki de la tierra, energía Yin tangible que  absorbemos con la alimentación, de la que  dependen los procesos  químicos, la sangre y los fluidos. Constantemente el Yin  se transforma  en Yang (los alimentos primero en fluidos para producir calor,   movimiento y pensamiento) y el Yang en Yin (el oxígeno en la sangre  pasando de  inmaterial a material, formando parte de huesos y músculos).  La Medicina  Oriental postula un sistema energético diferente a los  conocidos en occidente:  el Sistema de los King-Lo (Canales y  Colaterales), llamado también Sistema de  Puntos y Meridianos. Por esta  red de canales circula el Ki en diferentes  direcciones, tanto  ascendentes como descendentes y desde el interior de los  órganos hacia  la piel o viceversa. Estos ríos invisibles llevan el Ki del  universo  dando vida a nuestro cuerpo y a nuestra conciencia. Por este motivo   varía con los climas, con las horas del día, con las estaciones del año;  y  también con la alimentación, con la actividad física y con las  emociones. El  equilibrio y la salud están representados por el  movimiento y la continua  transformación y adaptación del Ki humano al  Ki cósmico. | 
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