sábado, 11 de agosto de 2012

Así en la célula como en el universo por Silvia Mamana

Así en la célula como en el universo
por Silvia Mamana

Los organismos unicelulares como las amebas cumplen todas las funciones vitales de un organismo vivo. En los animales más complejos, las células se especializan y se organizan en grupos o tejidos que cumplen funciones particulares. En los humanos y demás vertebrados, este proceso llega a su máximo grado de especialización: poseemos un tracto digestivo para digerir y absorber nutrientes, un sistema respiratorio para captar oxígeno y eliminar anhídrido carbónico, un sistema urinario para eliminar desechos, un sistema cardiovascular para distribuir el oxígeno y los nutrientes en todo el cuerpo, un sistema reproductor para asegurar la supervivencia de la especie, un sistema tegumentario que nos protege del ambiente externo, un sistema músculo-esquelético que garantiza las funciones básicas de respiración, alimentación, comunicación, locomoción, el movimiento del cuerpo en el espacio y el contacto con nuestro entorno, un sistema inmunológico para la defensa del organismo, y los sistemas nervioso y endocrino como coordinadores y reguladores de los demás.
Como unidad fundamental de la vida la célula es capaz de reproducir todas las actividades del organismo vivo: crecen, se reproducen, se enferman, se reparan y mueren. Para ello, poseen "órganos" especiales que cumplen las mismas funciones de los distintos sistemas fisiológicos antes mencionados. A pesar de que no existe en el cuerpo una célula "tipo", la mayoría de ellas comparten diversas estructuras u organelas, que cumplen funciones específicas dentro del mecanismo de funcionamiento celular. Podríamos considerar a las mitocondrias como el aparato respiratorio de la célula, al retículo endoplasmático rugoso y a las vacuolas como el sistema circulatorio, al aparato de Golgi como el sistema digestivo y a los peroxisomas como el sistema urinario. Los lisosomas podrían considerarse como precursores del sistema inmunológico, y los ribosomas, del sistema endocrino. El núcleo de la célula, con el ADN que guarda los registros del código genético y dirige la síntesis de las proteínas, puede compararse con el sistema nervioso. En cuanto al sistema locomotor, la célula posee también un citoesqueleto formado por microtúbulos (similares a los huesos), microfilamentos que poseen actina, como los músculos, y filamentos intermedios que dan forma y cohesión a la célula, funciones similares a las de las fascias y ligamentos. La célula no solamente posee movilidad, sino que tiene estructuras como las cilias y los flagelos que podrían asociarse a nuestros brazos y piernas.
La membrana celular no solamente cumple las funciones de protección y separación del ambiente interno y externo de la célula, sino que también asume la tarea de registro y selección de lo que entra y de lo que no ingresa, y la de abrirse y cerrarse en función de las condiciones del ambiente externo, como lo hacemos a través de la piel y los sentidos.
Desde la simplicidad de la ameba, pasando por las esponjas y los demás estadios de la evolución filogenética, cada célula es un organismo autónomo, con capacidad de pensar y tomar decisiones, mantener su homeostasis y relacionarse formado "comunidades" o tejidos. De la misma manera, los tejidos se organizan para formar sistemas, y los sistemas para concebir un ser vivo. Los seres vivos crean comunidades y éstas, en conjunto con los ecosistemas, conforman un mundo. Finalmente, el universo es la integración armónica de los distintos mundos. La misma matriz y las mismas funciones se encuentran en cada partícula de vida: desde la microscópica célula al vasto cosmos en constante expansión.

© Silvia Mamana, publicado en revistaKiné nº 56, abril – mayo de 2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario