No cesaremos de explorar, y el final de toda nuestra exploración será llegar a donde comenzamos y conocer el lugar por primera vez. T. S. Eliot
El desarrollo humano es un proceso continuo que se inicia, como es sabido, cuando un óvulo es fecundado por un espermatozoide. Este desarrollo está condicionado no sólo por los factores genéticos, sino también por las condiciones del medio en que el individuo se desarrolla: la naturaleza y el aprendizaje(1) son dos aspectos inseparables de la experiencia.
Los avances en la biología celular nos permiten saber que menos de un cinco por ciento de los humanos poseen defectos genéticos (de nacimiento) debilitantes. El restante 95% de la población nace con genes "aptos", lo que hace suponer que muchas disfunciones son atribuibles a la educación, a la influencia del medio ambiente. Como mencionaba en el anterior número de Kiné(2), las primeras experiencias a las que estamos expuestos como individuo se producen dentro del útero. Estas percepciones, junto con los patrones genéticos, contribuyen a la formación de la mente subconsciente y proporcionan la voz "colectiva" de la especie que modela el destino del cuerpo. Durante el siglo XIX, la ciencia (medicina y psicología) enseñaba que los bebés no tenían esencialmente ni sentidos físicos ni mente, ni posibilidad alguna de recordar experiencias vividas en el útero o durante el nacimiento. Nuevos estudios nos hablan del despertar de la conciencia en etapas intrauterinas tempranas: los movimientos voluntarios del cuerpo, la expresión personal y el desarrollo sensorial comienzan mucho antes de lo que se pensaba en aquel momento.
El comienzo del viaje
En cualquier momento podemos encontrar un comienzo nuevo.
Un comienzo tiene la pureza de la inocencia y la incondicional libertad de la mente del principiante. Peter Brook
Todo comienza para nosotros con el encuentro entre un óvulo y un espermatozoide en el espacio de la trompa de Falopio. Estas células, que van a dar forma a un nuevo ser, tienen características muy distintas, no sólo desde el punto de vista de su forma. Me resulta interesante observar cómo los elementos que definen a los opuestos complementarios: masculino -femenino, Yin - Yang, ya están presentes desde el principio en nuestras células germinales.
El óvulo posee una memoria muy antigua: las mujeres nacemos con todos los óvulos ya formados dentro de los ovarios, por lo que podemos decir que nosotros nos encontrábamos en el abdomen de nuestra madre cuando ella estaba aún en el de nuestra abuela. El óvulo no recorre caminos, espera: primero su turno para madurar dentro del ovario, y luego para ser fecundado. Es receptivo y paciente, es la manifestación del Ser. El espermatozoide, en cambio, se embarca velozmente en una carrera contra el reloj, es energía, orientación, dirección y objetivo. Busca la luz que rodea al óvulo maduro, es la manifestación del hacer. Las características inherentes de estas dos células que dan inicio a nuestro desarrollo pueden ser un espacio interesante de investigación personal. En una sociedad alienante, orientada hacia el hacer sin pausa, hacia el logro casi obsesivo de objetivos materiales, aprender a ocupar el lugar del óvulo puede ofrecernos un espacio de descanso reparador. Tomar las características del espermatozoide nos ayudará si necesitamos energía para concretar un proyecto, una idea, o resolver un problema. La exploración de estas etapas intrauterinas a través de ejercicios individuales o grupales es un capítulo más de la rica gama de posibilidades que nos ofrece el territorio del cuerpo para aprender y modificar conductas (no solamente durante la infancia, sino a lo largo de toda la vida), y para fortalecer el vínculo madre - hijo, y la conciencia de la paternidad temprana. Puede ser que algunas de las preguntas que a continuación vamos a formularnos no estén, por el momento, avaladas por la “verdad académica”, pero como decía Jung, “nada es más vulnerable que la teoría científica.” Permítanme, por lo tanto, acercarles algunas ideas para explorar, a través del cuerpo y del movimiento, las distintas etapas de este viaje.
Las primeras semanas
Desde el principio nunca somos uno. Bonnie Bainbridge Cohen
Aproximadamente a las 30 horas de ser fecundado, el óvulo se divide por primera vez, dando origen a dos células, que sufren a su vez sucesivas divisiones que dan lugar a células cada vez más pequeñas, que forman un grupo compacto dentro de la envoltura que rodeaba originalmente al óvulo. Para el cuarto día, este conglomerado o mórula ya se compone de 16 células.
Aunque estas células son aparentemente iguales, y todas tienen la posibilidad de convertirse luego en cualquier tejido del cuerpo, su ubicación espacial es diferente. Si participamos con otras personas en un ejercicio grupal donde se represente el conglomerado de células, ¿dónde elegimos ubicarnos, en el centro o en a periferia, a la derecha o a la izquierda del grupo? ¿Qué visión tengo de la totalidad desde el lugar que elijo? Comparándolo filogenéticamente, este estadio evoca la etapa evolutiva de las esponjas, células independientes que se reúnen en comunidad para sobrevivir. El ejercicio grupal nos presenta a los cuerpos como células de un mismo organismo. En esa situación, ¿busco aislarme o comunicarme?, ¿qué me produce el contacto con las demás células / cuerpos? Al quinto día, la masa de células se divide: separadas por una cavidad, algunas forman un núcleo y el resto, una envoltura delgada. El cúmulo de células formará a la persona, las de la periferia serán los sistemas de soporte durante la gestación. En un ejercicio de exploración grupal relacionado con esta etapa, ¿qué elijo ser, la futura “persona” o el sistema de soporte?, ¿encuentro fácilmente mi lugar? Y a nivel corporal en un ejercicio individual, ¿qué parte de mí es la envoltura de soporte, y qué parte la masa celular? Luego de flotar por un par de días, este blastocisto se implanta en el endometrio del útero. Para hacerlo, las células del polo embrionario buscan el punto de contacto con la pared uterina. La implantación nos permite explorar individual o grupalmente varios aspectos de nuestra conciencia del self, y de nuestra relación con el entorno, y con los demás. ¿Será ésta la primera búsqueda de contacto el comienzo de la conciencia del “yo” versus “no yo” a partir de él? ¿Es posible que las células del útero también se muevan hacia el embrión para recibirlo? ¿Qué pasa si inconscientemente la madre no desea al bebé? La segunda y tercer semana de esta jornada se caracterizan por la formación de las cavidades amniótica y vitelina, y del disco embrionario, con las capas germinales que darán origen a todos los tejidos del cuerpo. En esta etapa, la cavidad amniótica está en contacto con el ectodermo, y el saco vitelino, con el endodermo. Explorar a través de un ejercicio los espacios fluidos en esta etapa embriológica nos permite conectarnos con un soporte anterior y otro posterior con cualidades diferentes, que están relacionadas con los tejidos que están en contacto con ellos: un saco amniótico que nos da soporte posterior, nos cuida la espalda, y un saco vitelino que nos provee de soporte anterior, nos permite replegarnos hacia nosotros mismos, hacia nuestro centro. ¿Me permito percibir esos soportes? ¿En qué fluido elijo refugiarme en función de mis necesidades? ¿Puedo transitar entre ambos, o permanezco fijo en uno de ellos? Ejercicios individuales o de contacto manual para explorar las tres capas germinales nos dan la posibilidad de volver al espacio primitivo desde el cual se generaron todos nuestros tejidos: percibir, por ejemplo, al ectodermo dando origen a la piel, al endodermo formando la mucosa intestinal, o al mesodermo creando los huesos, como recurso para reorganizar y regenerar los distintos sistemas. Para la quinta semana, una invaginación del ectodermo ya ha dado forma al tubo neural, que será el futuro sistema nervioso, y un plegamiento del endodermo da origen al tracto digestivo. Entre ellos, se forma la notocorda, que sirve de guía para establecer el eje axial del embrión. El saco vitelino queda encerrado dentro del tubo digestivo, y el saco amniótico rodeará al feto, que queda envuelto por el resto del ectodermo: la piel. Volver a este momento donde sólo somos un par de columnas blandas separadas por un eje, también blando, puede ser una experiencia diferente de movimiento: movernos como cuerpos sin las limitaciones de los huesos y músculos, como organismos fluidos y articulados puede ayudarnos a regular el tono muscular, a ampliar el rango de movilidad articular y a encontrar nuevas cualidades mentales y emocionales. ¿Con qué me conecta esa blandura? ¿Puedo encontrar esos espacios en alguna parte de mí? Al final de la octava semana de esta travesía, ya se han formado las cuatro extremidades, la cabeza, el corazón ha comenzado a latir en el día 22, y todos los órganos están esbozados y en desarrollo. En este punto finaliza el período embrionario.
El final del viaje
Lo que llamamos comienzo es a menudo el fin y llegar a un fin es hacer un comienzo. El fin es donde comenzamos. T.S. Eliot
Nueve semanas después de la fecundación comienza el período fetal, que termina al nacer. En esta etapa terminan de desarrollarse todas las estructuras esbozadas en la anterior.
Es aquí donde todos nuestros sentidos comienzan a despertarse. En la semana 14°, el sistema vestibular que percibe el movimiento y la acción de la gravedad, ya funciona; el tacto está presente en la piel de la cara en la 8° semana, y toda la superficie corporal tiene sensibilidad táctil en la semana 32. El olfato se desarrolla alrededor de la semana 11, y el gusto, en la 14. Aunque el oído está completo en la semana 24, ya hay reacciones fetales a las vibraciones, desde la semana 16. El último sentido en desarrollarse es la vista: aunque los ojos permanecen cubiertos por los párpados hasta la semana 26, por transparencia, se registran reacciones a la luz en la semana 20. A pesar de que los cambios no son tantos ni tan espectaculares como en el ciclo anterior, es en esta etapa de “acabado” donde nos dedicamos a afinar la construcción de los distintos tejidos y sistemas, y a preparar la transición hacia la nueva vida fuera del útero, luego del nacimiento. Un viaje termina, y otro nuevo comienza. Como los contadores africanos de cuentos, podemos decir: “aquí dejo mi historia, para que otro (o nosotros mismos) la pueda recoger otro día.” |
Notas:
(1) Aprendizaje es, en este caso, sinónimo de educación, o de crianza. En inglés, el término utilizado para hablar de la la dicotomía naturaleza versus aprendizaje es nature versus nurture.
(2) Ver el artículo Tocar y ser tocados, en Kiné noº 74
Referencias:
Bonnie Bainbridge Cohen, Embriología, apuntes de clase, 2006. Moore & Persaud, Embriología clínica. Editorial Mc Graw Hill |
© Silvia Mamana, publicado en Kiné nº 75 Diciembre de 2006 |
sábado, 11 de agosto de 2012
Volver a empezar por Silvia Mamana
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