sábado, 11 de agosto de 2012

Sistema nervioso y contacto por Silvia Mamana


“El cuerpo recuerda, los huesos recuerdan, las articulaciones recuerdan y hasta el dedo meñique recuerda. El recuerdo se aloja en las imágenes y en las sensaciones de las células. Como ocurre con una esponja empapada en agua, dondequiera que la carne se comprima, se estruje e incluso se roce ligeramente, el recuerdo puede surgir como un manantial.”
Clarissa Pinkola Estés
El Sistema Nervioso le provee al cuerpo la capacidad de registro y comunicación, en niveles diferentes, desde el celular, pasando por la regulación automática de todas nuestras funciones corporales, hasta la posibilidad de percibir y responder mediante el movimiento, o la palabra. Su complejidad es tan grande que, para su estudio, solemos dividirlo: central / periférico, autónomo / somático, simpático / parasimpático, entérico (1). Estas divisiones hacen más fácil su comprensión, pero no debemos olvidar que esta estructura extraordinariamente compleja funciona como un todo, registrando la experiencia que se produce en el cuerpo, y organizándola en patrones de respuesta o de comportamiento. La “memoria” alojada en nuestro Sistema Nervioso nos da la posibilidad de no tener que “aprender” nuevamente, cada día, todas las funciones que regulan nuestro organismo.
En la interacción constante entre el cuerpo y el medio ambiente, el Sistema Nervioso tiene también la posibilidad de modificar los patrones guardados, y volver a integrarlos a partir de la nueva experiencia. Esta se produce siempre a nivel celular, en los tejidos que participan activamente de la interacción con el entorno. Como dice Bonnie Bainbridge Cohen, la creadora de Body-Mind Centering, “el sistema nervioso es el último en enterarse, pero una vez que sabe, se convierte en un centro primario de control del cuerpo.”
El aprendizaje básico del funcionamiento corporal se produce desde el momento de la concepción (2), hasta el momento en que, alrededor del año de vida, somos capaces de pararnos y caminar. Esta capacidad de aprender debería mantenerse intacta durante toda nuestra vida. Pero muchas veces, sea por comodidad, o por una cuestión de supervivencia, el organismo se cierra y comienza repetir patrones de conducta, o de funcionamiento.
Dentro del útero, el tacto y el sentido cinestésico son los primeros sentidos en desarrollarse. El primero está presente en la piel de la cara en la 8° semana de gestación, y en zona genital en la 10°. Toda la superficie corporal tiene sensibilidad táctil en la semana 32. El sistema vestibular que percibe el movimiento y la acción de la gravedad, se activa en la semana 14°. Ambos establecen la base para la futura percepción a través del gusto, el olfato, el oído y la vista (3).
A partir de la cuarta semana del desarrollo de un embrión, las tres capas germinales (ectodermo, endodermo y mesodermo) que se han formado en la semana previa darán origen a todos los tejidos y órganos del cuerpo (4). En la tercera semana de la gestación, se forma un surco que va invaginando al ectodermo, formando el tubo neural. Ese tubo dará origen al Sistema Nervioso. Posteriormente, el tubo neural se cierra y se desprende del ectodermo, que va rodeando, como una envoltura, a todo el feto, dando lugar a la formación de la piel.
Por este mismo origen ectodérmico, podríamos decir que el Sistema Nervioso y la piel son hermanos, con las mismas afinidades, y la misma capacidad de registro y comunicación. A través del contacto y del movimiento, encontramos una puerta de acceso hacia el Sistema Nervioso y sus procesos de organización y regulación del organismo, que nos da la posibilidad de abrir nuevos espacios de conocimiento, aprendizaje y cambio.
Deane Juhan, en su libro Job´s Body, habla sobre los efectos del contacto:
“El efecto sobre los fluidos y las estructuras sólidas refleja el resultado que las técnicas de contacto manual en general producen sobre los aspectos mecánicos del cuerpo: las leyes que gobiernan la hidráulica, la elasticidad y resistencia a la tensión de los tejidos, etc. A pesar de la importancia de estos aspectos, no podemos dejar de lado el hecho que somos mucho más que estructuras mecánicas: somos una confluencia de elementos físicos, químicos y estados de conciencia que se interrelacionan de manera extremadamente compleja.
Las leyes físicas que gobiernan nuestros procesos fisiológicos son sólo una parte de la trama que forma y sustenta al organismo humano, el otro principio constitutivo es la organización neural y mental.”
En la actualidad se utilizan diversos nombres (masaje, terapia corporal, “bodywork”, técnicas de contacto manual, “hands-on”, etc.) para nombrar a una gran variedad de terapias manuales. La palabra “masaje” se utiliza para referirse a técnicas como el masaje Californiano, el Tailandés, etc., pero no a otros enfoques como el Rolfing, la técnica M. Alexander, la eutonía, la Integración Funcional (parte integrante del Método Feldenkrais), la Terapia Craneosacra, Body-Mind Centering, etc. Muchos de estos métodos ponen el énfasis en el aprendizaje de nuevos patrones físicos o mentales, más que en el aspecto correctivo.
El rol del facilitador 
El contacto es especialmente efectivo cuando la comunicación entre receptor y facilitador es clara y abierta. Muchas personas poseen experiencias anteriores, pautas culturales o sociales que pueden afectar su relación con este aspecto, tanto para el "tocar" como para el "ser tocados". Dice Bonnie Bainbridge Cohen: “Cuando tocamos a alguien somos a la vez tocados. El sutil intercambio entre la mente y el cuerpo puede ser experimentado claramente al tocar a otros.”
Como facilitadores, es necesario que tengamos un entrenamiento adecuado para poder percibir claramente a través de este diálogo entre las manos y el cuerpo del receptor. Nuestra atención, concentración y motivación deben estar activamente enfocadas en aquello que debemos registrar. Esta “focalización activa” nos brinda elementos para la interpretación de la información sensorial. Sin ella nuestra percepción permanecerá pobremente organizada.
Algo importante que deberíamos cultivar es la capacidad para recibir o pedir "feedback", desde un lugar exento de juicio (propio o de los demás). Una devolución específica sobre la calidad o el tipo de contacto puede utilizarse para enriquecer nuestra práctica. Considero que debemos estar abiertos a pedir o recibir devolución de parte de nuestros pacientes, sin sentir por ello que se resiente nuestro ego, o autoridad.
Desde esta mirada, el objetivo final del contacto no es buscar problemas o lugares a tratar para mejorar o cambiar a otros, sino comprender cómo son, evolucionando juntos, facilitador y receptor, a partir de una relación interactiva.

Notas:
1. Para una descripción del sistema Nervioso Entérico, ver El cerebro abdominal, en Kiné Nº 60, agosto / setiembre de 2003.
2. Si tomamos en cuenta que cada célula es un organismo con todas las funciones que tiene el cuerpo, podemos decir que la primer experiencia sensitiva se produce siempre a nivel celular (ver Kiné Nº 42, junio / julio de 2000). Además de esto, recientes investigaciones han demostrado que todos nuestros sentidos, incluidos el olfato y el gusto) están activos intrauterinamente, lo que convierte al útero en nuestra “primer aula” (ver escritos de David Chamberlain y otros respecto al tema).
3. La mucosa olfativa está desarrollada entre la 11° y la 15° semanas (se han comprobado reacciones frente a sustancias aromáticas en el líquido amniótico), y el gusto, alrededor de la semana 14°. Aunque el oído está completo en la semana 24, ya hay reacciones fetales a las vibraciones, desde la semana 16, lo que se explica por la transmisión de ondas a través de los tejidos, hasta la zona coclear en desarrollo. Los ojos permanecen cubiertos por los párpados hasta la semana 26, pero por transparencia, la retina percibe la luz desde antes, registrándose reacciones a la luz ya en la semana 20.
4. A modo de resumen, podemos recordar que el ectodermo da origen a la piel, tejido nervioso y glándulas suprarrenales; el endodermo forma el tubo digestivo (mucosa) y glándulas anexas, la vía urinaria y el aparato respiratorio; y el mesodermo origina huesos, músculos, vasos sanguíneos y corazón, sistema linfático, sangre, glándulas, tejido conectivo con fascias y membranas (pleural, pericardio, peritoneo, meninges), y riñones.

Referencias
• Bonnie Bainbridge Cohen, Sensing Feeling and Action.
• William Martin Allen, Cranial Osteopathy.
• Deane Juhan, Job’s Body

© Silvia Mamana, publicado en Kiné nº 67, junio / agosto de 2005

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